CAPITULO II
VILLA MAMEN
De repente sucedió una revolución en mi vida. Un traslado. Nos fuimos a vivir a otra casa.
Me gustó también, porque tenía unos cuadros en la entrada con muchos pajaritos y el jardín seguía siendo muy grande. Nunca volví a ver a Niki. Con los cambios me olvidé.
En aquella nueva casa apareció doña Mamen con sus collares y sus pulseras, también su marido: D. Daniel. ¡Me daba un miedo aquél hombre! Hablaba fuerte y sin apenas palabras. Me miraba con sus gafas de aumento y con un vozarrón, decía: ¿Dónde está el otro individuo? refiriéndose a Andresito. El niño se escondía donde podía y no quería salir.A mi madre le llamaba.¡"Apagadora"!¿Cómo te va? Le llamaba así y no sabía porqué,pensaba que sería porque apagaba y encendía la luz frecuentemente.

El lavadero era nuestro destino favorito. Estaba de color verde, daba un poco de miedo meter las manos, pero se podían echar hojas a navegar y ver los bichos que nadaban en él.
La vieja gata llena de quemaduras de la lumbre, salía corriendo a esconderse en cuanto nos veía. Nos subíamos a lo más alto de un montón de piedras y allí nos comíamos el pan con chocolate de la merienda.
Cuando se iban nos daba pena, pero ya estábamos agotados de correr y de jugar.
Cómo no había empezado a ir a la escuela, cuando volvía Mari Eli, que ya había comenzado el colegio, me enseñaba las letras.
Cuando se iban nos daba pena, pero ya estábamos agotados de correr y de jugar.
Cómo no había empezado a ir a la escuela, cuando volvía Mari Eli, que ya había comenzado el colegio, me enseñaba las letras.
Mi padre también luchaba porque aprendiera, me ponía palabras en un cuaderno que yo tenía que copiar y enseñar después, pero en mi afán por hacerlo lo mejor posible, trataba de apretar tanto para mover el lapicero, que rompía la hoja y me preocupaba por la regañina que me esperaba. Mi padre no comprendía cómo rompía la hoja y se enfadaba, decía que no quería aprender, la verdad es que me gustaba más mirar a las moscas de la ventana que hacer letras.
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