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Amanda tenia un sueño: ser libre para ir al colegio. Le encantaban los pupitres, los lápices, los cuadernos.
Pensaba en ser maestra, aunque era muy tímida y sus ambiciones no conseguían hacer desaparecer el miedo que le daba hablar en público.
Entre sus ilusiones estaba la de viajar lejos y saber idiomas para ir a países como Inglaterra.Todo lo que tenía que ver con aquél territorio, le suscitaba una gran curiosidad, acrecentada por los libros que había leído. Pero de momento no podía ser, el colegio debía de ser interrumpido.
Tenía un primer empleo y aunque era casi una niña,no podía perder la ocasión de aprender un oficio. En su pequeño entorno era muy difícil conseguirlo y ahora que tenía la posibilidad, no deseaba dejarla escapar.
Empezó a trabajar en su nuevo puesto. Salía mucho a la calle "Repartidor de telegramas" se llamaba.Algún día sería telefonista y quizá su sueño de ir a la ciudad y viajar, se cumpliria.
En los primeros tiempos se sentía prisionera.Iba a su trabajo por la mañana y volvía a casa por la noche. No veía a sus amigas del colegio, ni casi a su familia, solo hablaba con las compañeras y en aquél momento eran personas extrañas.
En el trabajo que le tocaba realizar,debía de buscar calles personas que no conocía; tenía que preguntar frecuentemente, pero le daba mucha vergüenza. A veces, le parecía que cualquier señora que aparecía por la calle, la miraba con enfado; la siguiente, daba la impresión de tener mucha prisa. Así se pasaba el día dando vueltas.
Cuando regresaba sin haber encontrado a la persona buscada, la esperaba una gran bronca y la incomprensión de las compañeras. En su casa, lloraba de nuevo.
A veces le daban alguna propina y se animaba un poco, pero en el fondo pensaba que no servía para aquel trabajo, ni siquiera para otro, ella quería estudiar, viajar a otros países y ser maestra, nada más.
Aunque perdía las esperanzas, ocurrió algo insólito. Tuvo que llevar un aviso a una señora extranjera. Era muy misteriosa, pero amable. Hablaba con acento extraño y tenía un grupo de alumnos sentados en su oscura y lóbrega mesa escribiendo en inglés. Timidamente pregunto si ella podría estudiarlo; le contesto que si, que los martes sería factible. Amanda se puso muy contenta, pensó que quizá aquello podría ser el comienzo de algo nuevo que la liberaría de los telegramas y avisos.
La Señorita Bertthe me recordaba a la actriz Katherine Hepburn |
El aspecto de la clase era muy extraño. No se parecía a un colegio en nada.
Todos los alumnos se sentaban alrededor de una mesa camilla y en un cuaderno escribían la palabra inglesa y al lado la pronunciación.
Todo estaba oscuro, excepto la vieja lámpara que iluminaba la mesa. Había muchos trastos y paquetes por todos lados.Un enorme perro permanecía echado a los pies de su dueña.
La profesora tenía un complicado peinado elevado sobre su cabeza.Sus ojos eran verdes y su piel muy blanca. "¿Porqué viviría en aquella miserable casa, si era guapa y elegante y además sabía inglés?" Se preguntaba Amanda
En la sala había una cortina vieja que colgaba de unos clavos y echado en un catre permanecía un hombre enorme que parecía alemán o ruso. Le asustaba un poco, pero la señorita Bertthe era muy amable y educada. ¿Sería su marido? Ella decía que era su hermano, Amanda lo veía raro, además no se movía de la cama. ¿ Estaría enfermo? A pesar de sus intrigas y misterios, continuó sus clases no sin mirar con precaución la destrozada cortina pensando en el hombre acostado...
Con el paso del tiempo, Amanda pensaba que ya casi estaba en Londres...Se alegraba de estudiar a pesar de que sus compañeros de clase eran personas adultas. Le suscitaba una gran verguenza pero parecía que el inglés no era difícil, al menos al principio.
Pasados varios meses, la señorita Bertthe le dijo que no continuaría con las clases. Tenía que hacer un largo viaje y quiza no volvería. Su pareja, el hombre del catre, había muerto y ella por fin podía regresasr a su país. El hombre grande que la había acompañado, había estado huyendo de algo que no podía ser contado, pero ella ya era libre. Se había maquillado y peinado y estaba rejuvenecida y feliz.
Amanda se quedo mucho tiempo pensando aquello.¿De que huiría aquél hombre? ¿A que país se refería la señorita Bertthe?
Nunca supo que historia ocultaba en su dificultoso peregrinaje por el mundo y como había llegado hasta , su lejano pueblo. Se decian tantas cosas...
Pensaba que aquí acababan sus oportunidades, cuando su amiga Palmi le habló de los nuevos libros para aprender inglés, que poseía la biblioteca pública. Aprovechó el tiempo que tenía concedido para estudiar por su cuenta, cosa bastante difícil de realizar, pero era lo único que tenía a mano.
Consiguió entender muchas cosas en inglés, su trabajo mejoró y le dieron un puesto nuevo: ya era "telefonista" había cumplido 14 años, se consideraba mayor y cumplíría un horario más corto.
Otro hecho le ayudó en sus ilusiones: un colegio regido por simpáticas monjas abrió sus puertas.
Decidió probar suerte y estudiar en él por las tardes.
La admitieron enseguida y comenzó sus clases con mecanográfia y la muy antipática taquigráfía. No sabía para que servía pero se lo aconsejó la monja profesora- Es muy importante- Le dijo.
No entendía nada de aquellos dibujos endiablados. Practicaba y practicaba pensando en el futuro...
El inglés le interesaba más y continuaba estudiando. Pronto estaría preparada y podría viajar a Inglaterra, el país donde los caballeros de La Tabla Redonda vivieron sus luchas y aventuras; donde Peter Pan y Campanilla habían comenzado su maravilloso cuento; y el lugar en el sucedían tantas historias de niebla y misterio que había leido y visto en el cine. Todo ello la animaba en su fatigoso trabajo.
Iría a Londres y hablaría en otro idioma. Se entendería con otras gentes que le eran extrañas pero le atraían fuertemente.
En los cuentos se suelen cumplir los sueños rápidamente, en la realidad se cumplirían mucho más tarde... Amanda tendría que crecer, madurar y vivír muchas aventuras antes de lograr sus anhelos. En sus siguientes años, continuó sus estudios y nunca dejo de luchar por sus anhelos.
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