Dumbo ¿Porqué nací tan grande?

 Mi amigo Dumbo: me acuerdo de ti cuando al poco de nacer, te dejaron en casa. No supe decir que no.



No veíamos forma de calmar tu hambre. Tus patas eran fuertes y grandes, tu cuerpo aún no se había desarrollado y parecías un extraño muñeco de peluche.
Tropezabas con todo en la casa. Yo te miraba preocupada. Me preguntaba ¿A donde llegará éste animalito?

Dumbo creció y creció, parecía que no iba a parar, Su cara era enorme, su boca asustaba a cualquiera, parecía una gran cueva, llena de pulidos dientes. Necesitaba mucha agua y babeaba siempre. Era muy joven, un bebé casi y quería jugar.

Jugar a tirarte al suelo, a subirse encima de ti, a correr para alcanzarte. Pero... no podíamos consentirlo. Nos hería en sus juegos. Tratábamos de escondernos donde no nos viera. Pero siempre aparecía con su cómica cara de perro despistado.

En la casa siempre había niños. Eran sus preferidos. Le encantaba jugar con ellos, se sentía niño también.
Pero no podía quedarse solo. En su afán de juego les tiraba al suelo. El pobre tenía que estar atado mucho rato. Le tuvimos que hacer una caseta enorme, casi podía vivir en ella una persona bajita.

Los niños hacían con el, estupendos juegos, un poco peligrosos, pero controlados. Un mayor sujetaba a Dumbo, los niños se ponían a punto de subir a sitio seguro. Le soltaban y corriendo se subían a un alto. El perro se volvía loco; corría como un torete. y daba saltos para subir a los lugares donde se encontraban los niños. Se morían de risa.

Sus juegos eran constantes. Un día se encontró unos animalitos que le llamaron la atención, se trataba de una pareja de erizos, los encontró cerca de su madriguera saliendo en  busca de comida. Creía que podría jugar al cazador, pero los bichos asustados, se convirtieron en una bola de pinchos. A pesar de todo, con su "bocota" les lanzaba al alto y se pinchaba, les soltaba y les volvía a voltear. Tuvimos que usar de todos nuestras fuerzas para quitarle los pobres erizos de  entre sus  fauces. Cuando lo conseguimos, les llevamos a sitio seguro, parecía que estaban muertos, !pobrecillos! Al rato ya no estaban, habían conseguido sobrevivir!

Dumbo siempre tenía ganas de aventuras. A veces cuando estaba libre, esperaba que llegase el cartero para escapar por la puerta. Yo corría y corría, con la lengua fuera. Un día no lo encontré. Me preocupé muchísimo. Ya no pensaba en el, pensaba en que podía causar susto o algún accidente.

Todo el mundo le buscó, con coches, andando y no aparecía. Al día siguiente estaba de nuevo en la puerta, esperando que le abrieran. Fue una gran alegría para todos. Ya tuvieron todos un cuidado especial, pero aún hizo varias escapadas y nos dio varios disgustos.
Era alegre y estaba feliz, pero por donde pasaba tiraba todo. Encontraba ropa abandonada y jugaba hasta que no quedaban mas que jirones.Las pobres plantas se marchitaban solo con verle.




Los niños querían acariciarle y con su rabo al ponerse contento, les daba un gran latigazo que les tumbaba.
Si te veía desde lejos, venía a la carrera y te ponías de espaldas para evitar el envite. A pesar de ello, te hacía un cardenal en las piernas o donde te tocara con sus patas.
¡Pobrecillo! deseaba hacerse querer, pero no conseguía mas que le huyéramos todos.
Era diferente, pero grande y fuerte, se criaba entre niños y personas un poco débiles,  estaba en el  lugar equivocado.

El no lo sabía, pero nuestro rechazo era por culpa de su tamaño. Cuando estaba atado lloraba triste y parecía decir: ¿Porqué soy tan grande? ¡Quieren más al estúpido gato que a mi!





El "perrito" creció  más y se tranquilizó un poco, pero continuó con sus "escapismos" y sus "destrozos" hasta que fue "viejito." No pudimos cambiarle.

Cuando se "fue al paraíso los perros grandes y pequeños", decidimos pensar muy bien en  la mascota que viviría en la en casa en el futuro. De todas formas, fue un "gran" perro.