Sonia siempre estaba asombrada. Nació con carita de sorpresa y su semblante siempre lo manifestaba.
En su tierna vida, las sorpresas se repetían: las hojas de los árboles, moviéndose y bailando sobre su cabeza, cuando era bebé, el fuerte viento, los pájaros graznando o piando.
Era muy pequeña cuando tuvo el conocimiento de que sus padres la llevaban a la iglesia. Se quedó asustada de ver aquél espacio tan grande, la cantidad de personas que no conocía, el extraño y pesado olor que apenas la permitía respirar.Sus ojos y su boca permanecían constantemente abiertos en un asombro continuo, a pesar de que su madre la apretaba la mano muy fuerte y le decía palabras cariñosas y dulces.
Tiempo después, se encontraba trasteando con los cacharros de la cocina a modo de juguetes cuando su madre se acercó misteriosa y le mostró un pequeño envoltorio del que asomaba una carita sonrosada.No sabía si era real o un muñeco, aunque movía su boquita y sonreía, su abuela la explicó que, "había tenido un hermanito". Sonia no comprendía, que era todo aquello y miraba con la boca abierta en su cara de de sorpresa.
Pasaron los días y su mamá la llevó de la mano a un lugar que llamaban colegio. No le gustó la experiencia, no quería estar allí, su madre no estaba, su hermanito, tampoco. Unas niñas con cara enfadada la miraban todo el tiempo. Sonia estaba desconcertada. Abría mucho los ojos y su boquita se mantenía abierta por la desagradable impresión que sentía.
Su vida había cambiado y no dejaba de sorprenderla.
El tiempo fue pasando y llegó el crudo invierno. La nieve apareció durante dos días enteros y llegó hasta cubrir la mitad de las ventanas. Su familia y amigos vinieron con palas e hicieron un túnel para poder salir a la calle. ¡Era maravilloso! Sonia no dejaba de asombrarse y abría su boquita mirando el camino admirada.¡Cuántas cosas pasaban a su alrededor que iban marcando su vida!
A casa de Sonia parecía que no llegaban los Reyes Magos, ni siquiera nadie le había hablado de ellos, pero el mismo año de la nevada grande un vecino le dijo:-¿ Sabes que unos hombres mágicos traen regalos? Sonia abrió mas la boca que de costumbre y se quedó impresionada. -¿Regalos? ¿ Que son regalos?- Si tonta, cacharritos, muñecas, coches, caramelos. La pequeña no salía de su asombro.
Parpadeaban sus negros ojos imaginando un montón de cosas que le gustaban: dulces de caramelo, muñecas que bailaban, animalitos de cartón de colores, cuentos...
Las navidades fueron pasando, sin fiestas familiares ni comidas especiales; lo mejor para la niña era que no tenía que asistir al colegio. Los días estaban libres de horarios y los niños se levantaban casi a la hora de comer. Fuera hacía un cruel y gélido viento que se metía en los huesos y te azotaba en la cara.
Cuando cesaba un poco el penetrante frío, su mamá les abrigaba con varios gruesos jerseys y tapaba su cara con mantones a modo de gigantescas bufandas y agarrando uno en cada mano bajaban la pequeña cuesta con mucho cuidado de no resbalar en la helada nieve.
Visitaban a los vecinos y se arrimaban a las chispeantes llamas de la agradable lumbre.
Llegó el día de los "Magos", y la niña ansiaba verles entrar,- ¿Quizá por la ventana?, o ¿Sabrían abrir puertas? -pensaba entre las sábanas y mantas.
Al día siguiente se levantó muy pronto. Todos en la casa de los vecinos le habían hablado de lo mismo: los regalos de los Reyes. Algo completamente mágico iba a suceder, pensaba..
Despacito y con su boquita abierta, Sonia se acercó a la mesa donde veía sorprendentes envoltorios. No se atrevía a acercarse, los Magos podían estar mirando.
Poco a poco se acercó y abrió el paquete mas grande. Era una especie de maletita, al levantar la tapa encontró cuadernos para el colegio y lápices nuevos. Todo olía bien, pero... ¿Donde estaban los regalos? Buscó y buscó, creía que habría algo como, polvo de estrellas, muñecas maravillosas con rubios cabellos, o pequeños platos y tacitas para servir el café... Quizá mirando debajo de la mesa...
Su mamá se acercó contenta y le dijo- ¿Has visto los regalos que te han traído los Reyes?, con ellos podrás escribir y llevar tus cuadernos y lápices al colegio.
Sonia no se lo creía, debería de haber cosas mágicas, ¿Donde estaban? Abría su boca casi sin poder respirar y sus ojos querían llenarse de lágrimas, pero su mamá estaba alegre y pronto se olvidó de los Señores Magos, que no parecían pensar en otra cosa más que en colegios...
Apretó su boquita y tomo una decisión: no había que asombrarse. Ocurrían cosas agradables y otras que la hacían llorar, pero no se sorprendería por nada. Hacerse mayor parecía una maravilla que le estaba sucediendo y cualquier cosa podría pasar. Pensó que quizá aquello era magia y los Magos existían y le habían traído unos regalos de los que no se había dado nunca cuenta.