LA VIOLINISTA DEL METRO
Ayer, trasladándome por el centro de la ciudad por las
desangeladas galerías del “metro”, escuché una melodiosa sinfonía. Supuse que sería un músico
ambulante como suele suceder a menudo; y así era, pero lo excepcional consistía
en la belleza y juventud de la joven: morena, de grandes ojos castaños y larga
melena; proporcionada y fina. En el suelo su funda de violín recogía las
monedas de la gente.
Con animado semblante y mucha expresividad, tocaba una
preciosa canción que sonaba armoniosa y alegre.
Pensé: ¿Qué puede hacer ésta jovencita en los pasillos del
metro? ¿En un sitio impersonal y lleno
de gente de todo tipo, en el que a veces pasa amontonada y otras no se ve a nadie, manteniéndose sola con su
música?
También pensé en mi hija y en la posibilidad de que me hubiera dicho en
alguna ocasión que su primer trabajo lo iba a realizar enfrentándose al mundo
en los túneles de la ciudad.
Me daban escalofríos
de pensar en las miradas de la gente, en los comentarios, en la
irregularidad que significa tocar en la
calle”, en ladrones incluso en la policía.
Ya sé que el metro
está lleno de músicos, vendedores, etc. que corren los mismos riesgos, pero en
éste caso su talante y juventud la hacían especial.
Me agache para darle
una moneda y en ese momento ella me miro y me dedicó una maravillosa sonrisa
que me conmovió, se creó una corriente de agrado y simpatía como si yo pudiera
ser su familia que viniera a apoyarla. Me hubiera quedado con ella para ayudarla
y protegerla en su, para mí, arriesgada aventura.
Me fui pensativa y admirada de su fuerza y valentía. Suponía
que realizaba estudios de violín y no tendría necesidad perentoria de pedir en
el metro. Quizá deseaba ganar un dinero para sus propios gastos o los viajes de su carrera, pero con su valor,
seguro que sería una gran profesional, perseverante y luchadora. Podrían ser
los comienzos de “una gran artista”
Que gran fortaleza tiene la juventud, no les queda mas remedio si quieren triunfar
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