Un acontecimiento muy importante va a ocurrir en mi vida y la de los míos.
Dentro de un mes y un poco: ¡Voy a ser "abuela"! Suena como a persona muy mayor, pero implica una gran alegría y emoción.
Lo estoy viviendo cada día, pero ahora se acerca mucho la fecha y ya me lo creo, casi veo la carita del bebé en mi imaginación.
Hablo con mi hija de si será o no llorón, o llorona, pero en realidad, ahora mismo no nos importa si lo hace o no, lo importante es que no ocurra por que esté "malito."
Hablo con mi hija de si será o no llorón, o llorona, pero en realidad, ahora mismo no nos importa si lo hace o no, lo importante es que no ocurra por que esté "malito."
Me sobrepasa la idea de tener un miembro más en la familia y que mi querida hija, sea madre a su vez. Es la emoción más grande que nadie puede sentir.
¡Un bebé! ¡Qué bonito! y se pasa tan pronto. ¡Crecen tan rápido! Hay que aprovechar cada momento.
¡Están todos tan contentos!
Me doy cuenta de lo que quieren los padres a sus niños.
Mirando alrededor me parecían demasiado mimados, caprichosos y llorones, pero ahora que me va a llegar a mi, casi lo comprendo. Creo que son su mayor tesoro y por ello les permiten cualquier cosa, dentro de un orden, supongo.
Hoy vi a una abuela "exforzadísima". Mientras sus hijos comían se hacía cargo de una nieta pequeña que estaba empezando a andar. Subían y bajaban cinco peldaños de una escalera, se enredaba la niña en sus piernas y me parecía que se caerían las dos. Al rato subía y bajaba con otro nieto de la misma edad y un poco más tarde se hacía cargo de los dos a la vez.
Me admiraba tanta abnegación y la espalda curvada hasta el suelo. Por la noche seguro que le dolería todo, pero... ¡ha disfrutado tanto!
Los hijos no hacían caso, debía de ser lo habitual en ella. ¿Haré yo lo mismo?¡Claro! ¡seguro que sí! y si me duele que me duela. Es lo mismo que debía de pensar ella.
¡Un bebé! ¡Qué bonito! y se pasa tan pronto. ¡Crecen tan rápido! Hay que aprovechar cada momento.
¡Están todos tan contentos!
Me doy cuenta de lo que quieren los padres a sus niños.
Mirando alrededor me parecían demasiado mimados, caprichosos y llorones, pero ahora que me va a llegar a mi, casi lo comprendo. Creo que son su mayor tesoro y por ello les permiten cualquier cosa, dentro de un orden, supongo.
Hoy vi a una abuela "exforzadísima". Mientras sus hijos comían se hacía cargo de una nieta pequeña que estaba empezando a andar. Subían y bajaban cinco peldaños de una escalera, se enredaba la niña en sus piernas y me parecía que se caerían las dos. Al rato subía y bajaba con otro nieto de la misma edad y un poco más tarde se hacía cargo de los dos a la vez.
Me admiraba tanta abnegación y la espalda curvada hasta el suelo. Por la noche seguro que le dolería todo, pero... ¡ha disfrutado tanto!
Los hijos no hacían caso, debía de ser lo habitual en ella. ¿Haré yo lo mismo?¡Claro! ¡seguro que sí! y si me duele que me duela. Es lo mismo que debía de pensar ella.